Imagínese usted....
Apuntes sobre el confort.
Witold Rybczynski, 1989, La Casa.
Historia de una idea, Madrid: Nerea.
“Imagínese
usted una tarde de invierno con una tetera, un libro, una lámpara de lectura y
dos o tres almohadones enormes en los que recostarse. Ahora póngase cómodo. No
para mostrárselo a otros y decirles qué a gusto está. Quiero decir que de
verdad le guste, que le guste a usted. Deja el té a mano, pero en un sitio
donde no se vaya a caer. Baja usted la lámpara para que la luz caiga en el
libro, pero no demasiada, y de forma que no pueda usted ver la bombilla. Se
pone los almohadones detrás y los coloca cuidadosamente, uno por uno,
exactamente donde los quiera tener, para apoyar la espalda, el cuello, el
brazo: de forma que está usted apoyado confortablemente, exactamente en la
forma que usted desea tomar el te, leer y soñar”
(Christopher
Alexander, en Rybczynski pp. 232)
El
cambio de escala que nos aguarda esta fase del curso requiere una reflexión
sobre las pequeñas cosas y cómo estas afectan a nuestro comportamiento. La
definición de la habitación, de su mobiliario, la posición y proporción de una
ventana, la configuración del baño, etc..., todo ello nos lleva a reflexionar sobre la cuestión del confort.
Pero
¿qué es el confort?. Más que poder identificar con precisión qué es, podemos
afirmar qué produce: bienestar. El confort se revela cuando experimentamos de
un modo corporal (y no sólo visual) el espacio. No obstante, el confort es una idea
construida culturalmente que carece de respuesta unívoca. Rybczynski sugiere
que para comprender qué es el confort es necesario revisar los diferentes modos
de comportamiento que se desarrollan históricamente en la tradición burguesa de la que surge. El análisis histórico que realiza este autor,
sitúa el confort próximo a la intimidad y lo privado en el s-XVII, al ocio y la
comodidad en el s-XVIII, a lo mecánico (luz y ventilación) en el s-XIX, y a la
eficiencia y comodidad en el s-XX. El concepto de confort incorporará pues las
tradiciones de la intimidad y privacidad, la domesticidad, la comodidad,
la adecuada regulación de luz y aire,
y también la eficiencia. Cada una de
estas tradiciones constituye una capa de significado a la idea de confort, como
si de una cebolla se tratara.
Actualizar
estas tradiciones para dar cabida al confort en nuestro proyecto implica en
ocasiones una crítica implícita de la modernidad. Es el caso de reflexionar sobre
el espacio fluido moderno, muy estimulante visualmente pero pobre desde el
punto de vista de la intimidad (porque junto a la luz deja pasar el aire y el
sonido). Es el caso de preocuparse de cuestiones como la ergonomía, la
funcionalidad, la luminosidad o la proporción desde dentro, desde la
experiencia corporal de los espacios que creamos. Imagínese
usted….
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